Fede epaiketa
Capítulo 6
El Auto de Fe
El Auto de Fe era el acto solemne en el que la Inquisición declaraba las sentencias de los acusados de herejía y otros crímenes contra la fe católica. Era tanto un evento judicial como un espectáculo público. Se celebraba en una plaza abierta, con un estrado elevado para los jueces y los acusados. Las sentencias, previamente decididas, se anunciaban frente a una multitud expectante.
El evento seguía un protocolo estricto: se iniciaba con una misa solemne, seguida de la lectura de las acusaciones y el veredicto. Los condenados eran identificados con ropas especiales que representaban sus crímenes, como el sambenito. Aquellos sentenciados a la hoguera eran entregados al brazo secular, ya que la Iglesia no ejecutaba directamente. Para muchos, el Auto de Fe era una advertencia visible del poder de la Inquisición y su control sobre la fe.

Comienzan los preparativos
1610
Es 8 de noviembre, pero parece que el invierno ya ha llegado. La plaza está llena de actividad. Desde las celdas escucho el murmullo de la gente que llega, los pasos apresurados, el golpeteo de los martillos que aseguran las estacas donde todo terminará. Han llegado de todas partes: clérigos, nobles, curiosos. Dicen que somos miles aquí hoy, más de 20.000, cuando en esta ciudad no viven ni 5.000 personas.
Los carceleros nos preparan como si fuéramos ganado, mientras el bullicio crece. Imagino las caras de los que han venido a mirar. ¿Qué pensarán? ¿Nos verán como culpables o como víctimas? No lo sé, y tal vez ya no importa.

Salazar como jurado
Entre los jueces está Alonso de Salazar Frías. Le he visto antes. No es como los otros inquisidores. Sus ojos no están llenos de odio, pero tampoco de compasión. No sé si busca justicia o solo cumplir su deber. Me pregunto qué pensará de nosotras. ¿Cree que somos culpables?
Dicen que él ha escrito mucho sobre nosotras, que ha dudado. Pero las dudas no nos salvarán ahora. Él será uno de los tres que lean la sentencia. Su voz decidirá lo que ya sabemos. Nada cambiará nuestras cadenas ni el destino que nos aguarda.

Nos llevan a la palestra
Las cadenas golpean contra el suelo, pesadas como las miradas de todos esos ojos que nos observan. Estamos de pie, vestidas con estos sambenitos que gritan nuestros supuestos crímenes. No sé qué escribieron sobre mí, ni me importa.
Delante, una caja cerrada contiene las sentencias. Pronto, la abrirán. Pronto, todos sabremos lo que ya sospechamos. Miro a mis compañeras. Algunas lloran en silencio, otras parecen vacías, como si sus almas ya hubieran abandonado sus cuerpos. Yo me mantengo de pie, esperando, temblando por dentro, pero aún en pie.

Todo lo que somos y seremos está escrito en ese papel
¡hoguera!
A la hogera...
Finalmente, el inquisidor lee la sentencia. Seis de nosotras seremos quemadas vivas. A otras, les pondrán el sambenito de por vida. Cinco efigies, muñecos de las que murieron en la cárcel, arderán con nosotras.
No grito, no lloro. Solo escucho, como si fuera alguien más quien estuviera recibiendo estas palabras. Siento el peso del sambenito sobre mis hombros, como una marca que nunca desaparecerá. Pero no me derrumbo. No les daré esa satisfacción.
Agur familia
El frío penetra en mis huesos, pero no siento nada. Todo dentro de mí está vacío. Ya no queda miedo, solo cansancio. Intento pensar en cómo hemos llegado hasta aquí, pero mi mente está nublada.
La plaza está llena de gente, sus gritos se mezclan con las órdenes de los soldados. No sé si me odian o solo tienen miedo de lo que no entienden. Me siento pequeña, como una hoja arrastrada por el viento. Pero cierro los ojos. No estoy aquí. Estoy en Zugarramurdi, entre montañas y árboles, el único lugar donde fui realmente libre.
Hasta siempre
Sé que esto es el final, pero no será mi fin. Ellos creen que nos borrarán con sus llamas, pero no pueden quemar lo que somos. No éramos brujas, éramos mujeres. Hijas de esta tierra, guardianas de un saber que nunca debió ser castigado.
Pienso en mi madre, en las montañas del Baztan, en el río que siempre corre sin detenerse. Mi cuerpo puede desaparecer, pero mis recuerdos y mi verdad vivirán. El fuego no purifica, solo destruye. Pero nuestra memoria será más fuerte que cualquier llama. Ellos lo olvidarán, pero otros recordarán. Nosotras no somos sus monstruos; somos su reflejo, el de un miedo que nunca lograron controlar.
La Inquisición, establecida en Europa durante la Edad Media y la Edad Moderna, se erigió como una institución destinada a mantener la ortodoxia religiosa. Sin embargo, su legado está marcado por la persecución y ejecución de miles de personas, principalmente mujeres acusadas de brujería y herejía. Decenas de miles de individuos fueron víctimas de estas prácticas.

Aquí, la Inquisición se instauró en 1478 y operó durante más de tres siglos. Utilizó el miedo, la tortura y la represión como herramientas para mantener el control social y religioso. Realizaban acciones que no solo buscaban eliminar la herejía, sino también silenciar cualquier forma de disidencia y asegurar la conformidad con las normas establecidas.

Tras los juicios de Zugarramurdi en 1610, Alonso de Salazar y Frías, comenzó a cuestionar la validez de las acusaciones de brujería. Realizó una investigación exhaustiva, recopilando más de 5.000 folios de testimonios y evidencias que demostraban la falta de pruebas sólidas en los casos presentados. Gracias a su labor, la Inquisición modificó sus procedimientos, reduciendo significativamente las persecuciones por brujería.

Los eventos de Zugarramurdi dejaron una marca indeleble en la comunidad local y en toda Navarra. Las acusaciones y ejecuciones generaron un clima de miedo y desconfianza que perduró durante generaciones. Las familias de las víctimas cargaron con el estigma social, y la región quedó asociada a la brujería, afectando su identidad y memoria colectiva.

La caza de brujas fue una herramienta utilizada por la Iglesia y el Estado para reprimir a mujeres que desafiaban las normas establecidas. Aquellas que mostraban independencia, conocimiento o comportamientos fuera de lo convencional eran etiquetadas como brujas y perseguidas. Esta estrategia buscaba mantener el control patriarcal y silenciar cualquier forma de empoderamiento feminista.

La palabra "bruja" se cargó de connotaciones negativas, asociándola con lo oscuro y peligroso, cuando en realidad muchas de estas mujeres eran sanadoras, parteras y guardianas de saberes ancestrales. Reivindicar su memoria es esencial para reconocer la injusticia cometida y honrar su legado de resistencia y sabiduría.
