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Me llamo María Baztan, y esta es la historia de cómo mi vida cambió para siempre. Lo que empezó como días tranquilos en el valle de Baztan se convirtió en un torbellino de acusaciones, miedos y verdades retorcidas. Os cuento lo que viví para que el mundo no olvide lo que sucede cuando el miedo y la ignorancia gobiernan los corazones. Esta es la voz de una mujer que, aunque marcada, no fue silenciada.

Dibujo en blanco y negro de María
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A finales del siglo XVI y principios del XVII, Europa fue testigo de una obsesión creciente por la brujería. En el norte de Navarra, una aldea aislada y diminuta, Zugarramurdi, quedo atrapada en el fuego cruzado de supersticiones y poder religioso. Este relato revive la vida de quienes enfrentaron las garras de la Inquisición y reflexiona sobre los ecos de estas historias que aun resuenan en la memoria colectiva.

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El valle de Baztan

Capítulo 1

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El valle de Baztan es un lugar de contrastes. Rodeado por montañas verdes y bañado por ríos cristalinos, parece un refugio donde el tiempo avanza al ritmo lento de la naturaleza. Aquí, los inviernos son largos y fríos, con cielos grises que parecen devorar el horizonte. En verano, el valle se llena de vida, con campesinos trabajando la tierra y pastores guiando a sus rebaños por las colinas.
La gente del Baztan vive del trabajo de sus manos: cultivan maíz, trigo y cebada, y comercian productos locales con las aldeas cercanas. Las estaciones son el compás de su rutina, y los días se llenan de tareas simples pero esenciales. Sin embargo, en este rincón apartado, las tradiciones y supersticiones dictan tanto como la naturaleza misma. El valle es tierra fértil no solo para los cultivos, sino también para las historias.

imagen de un arbol centenario en un bosque mágico del Baztan
Bosque del Baztan

Zugarramurdi, un pueblo que tiene historias

Zugarramurdi, mi hogar, es un pueblo escondido en el monte, donde el tiempo parece detenerse. Aquí, todo el mundo se conoce, y las casas de piedra con tejados rojos se dispersan en armonía con el paisaje. Aunque la iglesia domina la plaza, las campanas no solo marcan misas, bodas o funerales, sino también el ritmo de las estaciones y las antiguas tradiciones que aún se resisten a desaparecer.

La vida es sencilla. Las mujeres, como yo, trabajamos en el campo, cuidamos de los animales y recolectamos hierbas para preparar remedios. Cada planta tiene un propósito: aliviar el dolor, curar heridas, o incluso ahuyentar el mal de ojo. Aunque algunos nos ven como curanderas, otros empiezan a murmurar. En un pueblo pequeño, las palabras viajan rápido y se transforman en cuchillos.

El pueblo celebra con fervor las festividades religiosas, pero hay tradiciones más antiguas que aún perduran. La noche de San Juan, por ejemplo, las familias encienden hogueras para protegerse de los espíritus y bendecir sus cosechas. En cada casa, las ramas verdes se colocan en puertas y ventanas como escudo contra el mal. Estas costumbres son un hilo que conecta nuestra vida diaria con algo más antiguo, más profundo.

Sin embargo, la fe cristiana empieza a empujar estas prácticas hacia la sombra. Los sermones en la iglesia hablan del pecado y del diablo, y algunos empiezan a mirar con recelo las costumbres que, para nosotros, siempre han sido una parte natural de la vida. Zugarramurdi, que antes era un lugar de armonía, empieza a llenarse de miradas sospechosas y palabras no dichas.

Pueblo chico, lios grandes, pero los amigos siempre cerca

imagen de un caldero de la época sobre el fuego
imagen del pueblo de Zugarramurdi en la edad media
imagen del pueblo de Zugarramurdi en la edad media

Euskal mitologia

En los montes y bosques de Euskal Herria, las leyendas han crecido como los robles, fuertes y profundas. Las historias de seres mitológicos se entrelazan con la vida diaria, recordándonos que somos parte de algo más grande. Estos relatos, transmitidos por generaciones, son el eco de un tiempo en el que la naturaleza era tanto amiga como enemiga, y las fuerzas invisibles caminaban entre nuestra gente.

Mari

Reina de la mitología de Euskal Herria, Mari es la personificación de la naturaleza en equilibrio. Habita en cuevas profundas y montañas solitarias, donde su presencia se siente como un viento poderoso. Es una figura justa: premia a quienes respetan la tierra y castiga con tormentas a quienes la hieren, recordando que la armonía con la naturaleza es esencial.

Sugoi

Sugoi o Sugar, la gran serpiente, es el fiel compañero de Mari. Su cuerpo se desliza entre las nubes y su energía simboliza los rayos que iluminan el valle. Es un símbolo de fertilidad y vida, llevando consigo la fuerza que alimenta la tierra. Se dice que cuando cruza el cielo, anuncia lluvia para los campos sedientos.

Basajaun

El Basajaun, conocido como el señor del bosque, es el protector de la vida silvestre. Su figura, alta y cubierta de pelo, infunde respeto y seguridad. Es sabio y enseña a los humanos cómo cuidar los campos y los rebaños. A cambio, exige que los bosques y los animales sean tratados con reverencia.

Lamia

Las Lamias son seres encantadores y misteriosos, con cuerpo de mujer y pies de pato o cabra. Habitan junto a ríos y manantiales, peinando su largo cabello dorado mientras esperan visitantes. Ayudan a quienes las respetan, pero no perdonan a los arrogantes. Son guardianas de los secretos del agua, fuente de vida y pureza.

Akerbeltz

El Akerbeltz, la cabra negra, es un símbolo de poder y conexión con lo terrenal. Se le asocia con la fertilidad y la abundancia, pero también con rituales que algunos consideran prohibidos. En Zugarramurdi, su figura no es solo temida, sino reverenciada como un vínculo con las antiguas fuerzas de la naturaleza.

Galtzagorri

Pequeños y veloces, los Galtzagorris son duendecillos que ayudan en las tareas del hogar y del campo. A cambio, exigen reconocimiento y un trato justo. Si son ignorados, pueden causar travesuras, pero si se les cuida bien, son aliados leales y eficaces en cualquier labor.

Tartalo

Tartalo, el cíclope de las montañas, es una figura imponente y solitaria. Aunque su aspecto inspira temor, se dice que puede ser protector con quienes respetan su territorio. Habita en cuevas y simboliza la fuerza primitiva de la naturaleza, aquella que es salvaje pero también necesaria.

Sorginak

Las brujas son mujeres sabias, conocedoras de plantas y rituales antiguos. Aunque muchos las temen por sus poderes, en la mitología también son figuras de respeto. Representan la conexión entre el ser humano y las fuerzas invisibles que rigen el mundo, uniendo lo tangible con lo espiritual.